EL XIBALBÁ Y EL HANAL PIXAN
Los antiguos mayas de acuerdo a su cosmovisión consideraban que el universo estaba integrado por tres niveles, el inframundo compuesto de nueve niveles, el mundo de los vivos de un solo nivel y el mundo de los dioses compuesto de trece niveles. En el más profundo de los niveles del inframundo habitaba su gobernante Yuum Kimil, monarca de los nueve señores del inframundo, hasta el llegaban las almas de los difuntos para ser juzgados e integrados a este lúgrube reino y sostener con su energía el mundo de los vivos. Sin embargo esta jornada del difunto no era fácil, de hecho no era inmediata. Se creía que el alma del difunto no abandonaba de inmediato la tierra de los vivos, sino que continuaba entre estos realizando sus laborses cotidianas, una vez se percataba que estaba desprendido de su envoltura carnal su primer reto era enfrentar a los ladrones de almas u Okol Pixan. Por ello los familiares los encomendaban a la protección de Hunab Kú por intersección de un Ah Kin. Se creía que el alma del difunto salia de esta mundo a través de las averturas de la viga principal de la techumbre de la casa o honal´ché. Una vez salido de la casa debiá viajar hacia el norte donde tendría que cruzar las aguas primigenias que rodeaban por todos lados el mundo de los vivos, de alli que se acostumbrara enterrarlos junto con un perro para que este los llevase sobre sus lomos hasta la otra orilla donde encontraban una enorme cueva que era la entrada al inframundo ( Mitnal para los mayas yucatecos y Xibalbá para los Quichés) a partir de alli sosteaba una serie de adversidades y retos descritos en el Popol Wuh donde atravezaban ríos de sangre, y cámaras repletas de navajas de obsidiana, murciélagos y jaguares. Este espacio estaba intimamente ligado entonces a las cavernas y cenotes en el mundo de los vivos, de hecho a lo largo de toda la península se han encontrado ofrendas en diversas cavernas como Balam Canché cerca de Chichén Itzá y Loltun cercanas a Oxkutzkab en Yucatán, México.
Con el tiempo estas costumbres se amalgamaron con las traidas por los conquistadores, entre ellas la de colocar en un altar las ofrendas a los difuntos a finales del mes de octubre, que como hice mención, coincidia con las últimas cosechas de acuerdo a la tradición cristiana que a su vez se apropió de la costumbre celta. Originalmente el altar debía ser hecho in situ, como una mesa rectangular sostenida por cuatro postes o varas en las esquinas que se prolongaban para unirse por encima de la misma en forma de bóveda, de manera como los bacab´ob sostenían los cielos. Estas varas se adornaban con ramas recién cortadas para simular las cuatro ceibas que se entrelazaban en el cielo. Las ofrendas que se colocaban en este altar consistían en copal, agua, sal, miel, cera, maíz, cacao, balché, pozole, semillas, frutas, plumas, piedras preciosas y algodón que una vez bendecidas propiciaban el feliz reencuentro entre los pixan´ob y la madre tierra donde habitan los vivos. El significado de los elementos en el altar de Hanal Pixan es el siguiente: la mesa con sus tres niveles representa el universo. En el primero se colocan los dulces y atoles para brindar a los muertos las delicias de estas tierras, también alli se encienden velas y veladoras para encaminar sus almas hacia las ofrendas, el total de ofrendas de este nivel debe ser de nueve. En el segundo nivel se encuentran los guisos salados para que junto con los vivos se nutran de aquelllos alimentos elaborados que gustaban en vida, alli las flores para alegras su estancia. Allí mismo se colocan siete montones de trece tortillas para recordar los días que separan a las estaciones del año, 91. En el nivel más alto se colocaba una cruz verde al centro ( simbolo de la ceiba sagrada en el centro del universo o Yax´ché ), rodeada de cuatro jicaras con atole nuevo y una al pie de la cruz para simbolizar los cinco rumbos del universo, también a los lados de esta cruz se colocaba algun retrato del o los difuntos que les recuerde como eran en vida. Las ofrendas del segundo y tercer nivel no deben superar los trece, esto no incluye a los montones de tortillas. Se acostumbraba incensar el altar y hacer rezos para las animas para posteriormente comer junto con los difuntos las viandas, lo que estaba sobre el altar no se tocaba hasta que terminaba la celebración o bien cambiar las ofrendas para que las animas no se incomodaran. Previo a esta celebración de limpiaba la casa, se encalaban las bardas de piedra y se dejaba todo listo de tal suerte que los difuntos no tuvieran que llegaran a complementar las actividades omitidas por los vivos. Al final de la jornada los muertos retornaban a su morada en el inframundo cargados de las escencias de las ofrendas que les habian ofertado los vivos, para retornar al año siguiente.
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