Roberto Campos Navarro
Oración de los aluxes
En el nombre de Dios, yo soy quien ensalmo los malos vientos y dolores, enpresto las 4 vírgenes que me ayuden de sacar el mal viento del julano, y lo voto en la mar donde va el sol. Tengo la fe con todo mi corazón.(Transcripción literal de oración elaborada por un curandero maya de Hopelchén, Campeche)
Los temidos aluxes de Chichén Itzá
En la primavera de 1993, un importante periódico capitalino de circulación nacional informaba de una extraña ceremonia en las ruinas mayas de Chichén-Itzá. En la primera plana de la sección correspondiente a las noticias de la provincia, el corresponsal en Yucatán notificaba que: Trabajadores que laboran en obras de rescate arqueológico del INAH [Instituto Nacional de Antropología e Historia] "pidieron permiso a los dioses para proseguir sus labores" -pues sentían miedo por los fuertes remolinos en el área- en una ceremonia oficiada por dos sacerdotes mayas en la zona oriente del estado, informó uno de los oficiantes, Concepción Noh. "Los trabajadores sentían miedo, porque en las últimas semanas se habían producido fuertes remolinos, precisamente en esta área sujeta por ahora a trabajos de investigación arqueológica", según manifestó el sacerdote. (...)
La ceremonia maya, de 10 horas de duración, conocida como "Loj" tuvo su principal punto en un altar de dos metros de altura, construido a un costado de Las Mesas, y fue recubierto con hojas de jabín y de otras plantas de la región. Los trabajadores llevaron hasta el altar sus ofrendas, consistentes en grandes panes fabricados a base de maíz, los cuales fueron acompañados de las bebidas balché y sacá, muy utilizadas por esta etnia en sus festividades religiosas. (...) Poco después, los propios trabajadores recibieron [una limpia] para protegerlos de los "malos vientos" y de la "ira de los dioses que pudieran materializarse en algún tipo de castigo por parte de los aluxes o duendecillos encargados de cuidar las milpas. Finaliza la nota: También se incluyó en las ceremonias una plegaria maya dirigida a los dioses "Yum Balam" y "Yumtziloob", la cual fue rezada en los cuatro puntos cardinales o cantiz. (Excelsior, 25/04/93)
H-Men, oficiando una ceremonia agrícola
Fotografía de Miguel Güémez.
Enanos, duendes, fantasmas, magos, brujas y otros seres semejantes aparecen en la cotidianidad occidental como elementos míticos y legendarios, que se han perpetuado a través de la tradición oral, de la literatura, y ahora en las coloridas imágenes del cine y la televisión. En las zonas campesinas e indígenas de nuestro país aún se conservan creencias precolombinas en seres sobrenaturales dotados de poderes suficientes como para resguardar y proteger los montes y sitios sagrados, garantizar -con su intervención- el logro de una abundante cosecha, ahuyentar a los intrusos, capturar el alma de aquellos que sufren un susto, y enviar -mediante el viento- alguna enfermedad a quien se atreva a invadir su territorio, sin el permiso debido.
Entre los actuales habitantes indígenas de la Península de Yucatán, los relatos extraordinarios de la X-Tabay, los balames (o balamob), los aluxes (aluxob) y otras entidades sobrenaturales contienen vida propia y existencia real (F. Ligorred, 1990:117, G.P. Xiu, 1997:15). No se trata de simples historias y narraciones legendarias sino que forman parte de una explicación del mundo y de la vida, íntimamente ligadas a las prácticas domésticas, agrícolas y sagradas, que se expresan en ceremonias y rituales de tipo propiciatorio. Es decir, estamos ante formas religiosas que entran dentro de una cosmovisión que influye de manera determinante en la vida diaria del campesino maya.
Los aluxes en la cosmovisión maya
En el mundo religioso de los mayas prehispánicos todo tenía un caracter divino (A. Ruz, 1981:185). Se creía en la existencia de tres grandes planos armónicamente relacionados: el cielo, la tierra y el inframundo (M. de la Garza, 1993:25). El espacio celeste era sostenido por cuatro dioses bacabes, y alojaba trece niveles con un dios particular en cada uno de ellos. La tierra habitada en su capa superficial por el hombre, producto superior de la experimentación divina según el relato del Popul Vuh, así como los animales y vegetales terrestres. que sin perder sus características sagradas constituyen el sustento y la vida de los hombres. Por último, el tenebroso y temido inframundo, formado por nueve estratos y un número igual de divinidades.
Como se puede observar, el número de dioses del panteón maya era extenso, sin embargo los tres principales fueron Itzamná (el dios creador), Chaac (el dios de la lluvia) y los Pahuahtunes (dioses de los vientos). Cada uno de ellos, conservando su propia unicidad pero a la vez manifestando su presencia en cada uno de los cuatro puntos cardinales: sac (al norte, representado por el color blanco), kan (al sur, color amarillo), chac (al oriente con el color rojo), y ek (el occidente, con el color negro). Ante esta avasalladora omnipresencia de dioses -mayores, menores e identidades asociadas a ellos- los ritos y ceremoniales se multiplicaron en todo el espacio y el tiempo, siendo la clase sacerdotal la que aplicó un férreo control ideológico que no disminuyó hasta la invasiva llegada del hombre europeo con la imposición del monoteísmo cristiano y la sustitución de algunos dioses por figuras consagradas del santoral católico.
Prácticamente desde el siglo XVI hasta la actualidad, la evangelización en el área maya ha sido continua, constante y progresiva, sin embargo, la obra de frailes, párrocos y obispos inquisitoriales, fieles extirpadores de hechicerías, supersticiones e idolatrías ha sido incompleta. Descripciones minuciosas de los propios curas, y sobre todo, en este siglo de antropólogos mexicanos y extranjeros 1dan cuenta de la operatividad contemporánea de su amplia pervivencia y de su indudable vitalidad. En todo este contexto, ¿Quiénes son los aluxes? ¿Dónde se les ubica? ¿Qué funciones desempeñan? ¿Por qué son objetos de primicias y ofrendas ceremoniales?
El Diccionario Maya editado por Cordemex resulta bastante escueto: ALUX: geniecillos del bosque // ARUX: enano legendario. (A. Barrera, 1980:15). Ante esta evidente parquedad informativa recurrimos al Diccionario de la Medicina Tradicional Mexicana editado por el Instituto Nacional Indigenista. Allí, basándose en los datos proporcionados por Oswaldo Baqueiro, Marie Odille Rivera y Alfonso Villa Rojas se menciona lo siguiente: ALUX. Maya. También arux y alusch. Duendes traviesos que deambulan por milpas y montes después de la puesta del sol. Calzan alpargatas y portan sombrero, presentando los rasgos de un niño indígena de tres a cuatro años. Generalmente son inofensivos pero si llegan a molestarse con algún ser humano pueden enviarle un aire enfermante que produce escalofrios y calentura. Por el contrario, si se les ofrenda comida, se vuelven guardianes de la milpa de quien se la congratuló con ellos, asegurándole una buena cosecha como recompensa.
En su faceta de cuidadores de una milpa, los aluxes tienen la capacidad de secuestrar a uno de los chaakob (plural de chaak) o deidades de la lluvia, y ponerle a trabajar en beneficio del milpero agradecido. Se cree que estos duendes son la encarnación de las figuras prehispánicas de barro que abundan en los sembradíos de la Península de Yucatán. Algunos agricultores destruyen estas figuras cuando las descubren con el fin de evitarse las exigencias de los alux. (C. Zolla, [coord], 1994). M. Aranda, cronista campechano, agrega que estos duendes "diminutos y traviesos" provocan tolvaneras, remolinos, gritos raros y otros fenómenos, cuando se enojan al escuchar blasfemias y groserías provenientes de la gente que deambula en sus cercanías. (1985:85)
En Pisté, pueblo cercano a Chichén-Itzá, los aluxes son "como enanitos de barro con sus sombreros del mismo material. Viven en las cuevas y grutas con sus perritos de barro. A veces se les oye tocar sus instrumentos que son algo así como trompetas, también de barro" (F. Horcasitas, 1964:40). Entre los mayas de Belice, aparte de su corta estatura, son viejos y su función notoria es la de cuidar y preservar el código moral de la comunidad, castigando cualquier tipo de exceso (O. Smailus, 1974:220-221).
Descripción de una primicia u ofrenda a los aluxes
Con motivo de la recolecta de información etnográfica de campo en la Península de Yucatán, tuve la oportunidad de asistir a una ceremonia especial en honor a los aluxes. A principios de marzo de 1993, un viernes por la mañana, me presenté en la casa de Don Felipe, un conocido h'men o sacerdote maya deTunkulchén 2.
No lo encontré en su casa pero amablemente su mujer me llevó a la casa donde él se encontraba dirigiendo los ritos de ofrenda a los aluxes cuidadores de la milpa. La esposa le llamó en dos ocasiones y es seguro que al salir a la calle había interrumpido las oraciones. Le expliqué la razón de mi presencia y le solicité un diferimiento de la entrevista para el día siguiente y que me permitiera observar -con respeto- la ceremonia. En el momento en que llegué ya habían degollado cuatro aves de corral (dos guajolotes, un gallo y una gallina). Don Felipe se encontraba rezando frente a una mesa con una cruz, dos velas y trece jícaras: doce con sacá (un pozol preparado con maíz seleccionado, canela, cacao y azúcar) y otra con balché3para completar el sagrado número trece. Hizo oraciones y en un momento de reposo me explicó que él tenía sus "espíritus profectores" que le ayudabán a curar, a extirpar maldades incrustadas en el cuerpo y que la hechicería era frecuente en la zona.
Al continuar la ceremonia, Don Felipe con una rama en las manos hace la señal de la cruz mientras sigue con las imploraciones. Llama a cada uno de los hombres participantes (incluyéndome en la lista), uno por uno nos vamos colocando frente a la mesa, hacemos la señal de la cruz sobre las jícaras con pozol, y tomamos de la agradable y refrescante bebida. Después los concurrentes -siempre bajo la guía del h'men- elaboran los grandes "panes" hechos a base de trece capas de masa de maíz, luego nueve a las que se les agrega semilla de calabaza molida y finalmente trece "panes" pequeños llamados "sapos" que son envueltos en hojas de plátano. Preparan el horno (o píib), colocan los moldes que contienen la mezcla antes descrita y tapan el horno con hojas, lonas, costales vacíos y tierra. Mientras se cuecen estos "panes", todos descansan de la febril actividad realizada y circulan -entre bromas, chistes y regocijo- el balché y el refresco de cola combinado con aguardiente.
Una vez transcurrido el tiempo necesario, generalmente poco más de una hora, se sacan los "panes", se espera a que enfríen y se les desmorona en varias cubetas. Se les añade el caldo proveniente de las aves sacrificadas (llamado k'ol), carne desmenuzada y menudencias. Se mezcla bien hasta formar un masacote y por último se colocan las extremidades de las aves en la parte superior. A partir de este momento se inicia la principal ceremonia. Don Felipe invita a todos los niños pequeños a que permanezcan a un lado suyo. Me aclaran que las mujeres jamás aparecen porque les pueden entrar "aires" debido a su débil condición humana. Esta primicia es ofrecida a los aluxes y a tres dioses protectores. Al final de los rezos y una vez convidados los dioses ancestrales, seguimos los simples mortales. Después los alimentos son repartidos a todo aquel que lo solicite no importando su procedencia o condición social. Me explican que esta ceremonia lo hace la familia "X" cada dos años. Su costo es de aproximadamente quinientos pesos y que los resultados han sido positivos porque se han tenido buenas y abundantes cosechas.
Algo más acerca de los malévolos aires que pueden enviar los aluxes
Al día siguiente, Don Felipe me señala que los pacientes asisten con él por presentar "malos aires" que les causan daño corporal. Existen "aires de milpa", "aires de casa", "aires de piedra". Ejemplifica con un cliente que está construyendo un comercio en un terreno pedregoso. Toda la familia ha enfermado e incluso el propio comerciante tiene dolores generalizados: "No aguanto, me duele todo..." Don Felipe agrega: Es un aire malo... busca si hay cinco elotes para poner sacá, para que pueda quitar todo el mal. El jueves fui a quitar todo, a componer ese lugar. Ensalmé a su mamá, sus hermanos, como siete personas (...) [Una primicia] Sí, eso desean ellos [los aluxes]. Hay veces, andando están vacilando los aluxes. Esos son su lugar. Si va a insultar a esos, revientan todo su corazón... entre dos horas ya está muerto. Puro aire. Empieza a doler todo su cuerpo. Tiene que quitar, tiene que morir. 4
Cabe resaltar que esta enfermedad es exclusivamente curada por el h'men (L. Caballero, 1988: 25), y en función del dominio que se debe tener para ejercer el control sobre estas entidades cuasi-humanas se requiere que el h'men tenga un carácter fuerte, del que carecen -con rarísimas excepciones- las mujeres. Si no se cuenta con esa fortaleza los "malos aires" penetran y lesionan el cuerpo del pretendido curador. (R. Campos, 1993). Además la utilización del aguardiente y el cigarro son importantes elementos protectores del curador como lo ejemplifica un h'men del oriente de Yucatán que entre los rezos toma el aguardiente para que "no nos haga daño el mal viento que está saliendo [de la persona enferma], si uno no quiere tomar el aguardiente, tiene que untárselo en la cara, en los ojos para que no dé el mal viento a uno" (I. Cardeña, 1985:36).
Hacia una interpretación sociocultural de los aluxes
Con todos los datos que hasta aquí hemos presentado es posible arribar a ciertos comentarios sobre el tema de los aluxes.
En primer lugar, estos rituales dirigidos a estas deidades significan que los dioses ancestrales gozan de cabal salud, pese a la poderosa fuerza que despliega la Iglesia Católica. El mejor ejemplo de esta trunca evangelización en las zonas rurales, es que el mismo Don Felipe es -como ya dijimos- un conocido h'men de la región pero es simultáneamente el encargado de la capilla católica dedicada a la Virgen de Guadalupe. Por otra parte, en estos rituales parecidos a la misa católica (por algo le llaman "misas milperas") existe una combinación de elementos prehispánicos como el uso del balché, del sacá, el píib, sacrificio de pavos, empleo de los números sagrados trece y nueve; pero también occidentales que han sido resignificados y apropiados como el uso de la cruz en la mesa, la mención de santos católicos en los rezos, sacrificio de gallináceos, la bendición haciendo la señal de la cruz, ingestión de "jaiboles" a base de alcohol y un refresco de cola.
En segundo lugar, esta prácticas propiciatorias a los aluxes significan una disminución de la angustia individual del campesino y su familia, trasladando dicha tensión al nivel colectivo, a la comunidad inmediata a la que se pertenece y en la que se hace participar a los parientes y vecinos (M. A. Bartolomé, 1988:251). En este mismo sentido, estas ceremonias tienen como objetivo llamar a la solidaridad, a la re-distribución de alimentos, disminuyendo así las actividades contrarias que puedan expresarse bajo el rubro de envidias, cuyo manejo involucre el empleo de actos de hostilidad directa o bien de hechicería dirigidos hacia aquellas personas y familias que han tenido excelentes cosechas y, por tanto, mayor acceso a bienes y servicios.
En tercer lugar, no es de extrañar que se realicen estas ceremonias en las sociedades agrarias, pues ellas dependen para su sobrevivencia (y de la nuestra también) de la regularidad cíclica de las lluvias, de la fertilidad de la tierra, de la acción clemente del sol, de la actividad benéfica de los vientos, de las nubes, etc.. En este sentido, los aluxes tendrían alguna potestad mediadora sobre los dioses de la lluvia y de los vientos, para ponerlos al servicio de los campesinos en sus milpas, pero también queda claro que existe una relación entre estos aluxes y el envío de remolinos, ventarrones y por supuestos de los maléficos aires. Esta ambivalencia de los aluxes, como seres protectores y/o castigadores, permite reforzar las sanciones para el cumplimiento cotidiano de los deberes personales y comunitarios, contribuyendo así al control social al interior de la colectividad (F.J. Guerrero, 1981:233 y O. Smailus, 1974:222).
En cuarto lugar, las ceremonias dedicadas a los dioses tutelares y a las entidades asociadas (y aquí nos referimos también al ritual priopiciatorio de lluvias llamado Ch'a Chaac, al K'ex, que sirve para la extracción de un "mal aire", al Hanlicol, o comida de agradecimiento por la obtención de buenas cosechas. Todas ellas presentan un elevado contenido de identidad étnica e incluso de contrapropuesta y resistencia cultural a las formas homogeneizantes de la cultura nacional y occidental que los grupos mestizos han introducido y masificado. Por ello recordemos que la mayoría de las rebeliones indígenas e incluso de la denominada "guerra de castas" en el siglo pasado, fueron promovidas, organizadas y dirigidas por los h'menob, es decir, por los chamanes y sacerdotes indígenas, que son los verdaderos herederos de los hombres sabios de elevado conocimiento que vivieron el esplendor de la cultura maya, antes de la llegada de los dzules, o sea, de los extranjeros.
Deseamos terminar este breve artículo con el fragmento de una oración maya lacandona para solicitar la curación divina:
Frente a ti ofrezco mi copal, es para tí. (...) Cumpliré de nuevo con mi ofrenda de posol, es para tí (...) Frente a ti hago mi don, de nuevo, para tu felicidad (...) Yo te he colocado en el nuevo brasero, mírame haciéndote nuevamente un don para tu felicidad, mírame haciéndote un don para el espíritu de mis hijos. Que no queden cercados (por) la enfermedad, que no les aprisione el viento frío en los pies, que nos les aprisione el fuego de la fiebre. Entra, camina y ve a mi hijo, sana a mi hijo. (D. Sodi, 1982:79).
Bibliografía
*Médico familiar con maestría y doctorado en Antropología Social.
Coordinador de Investigación del Departamento de Historia y Filosofía de la Medicina,
UNAM.
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